selección crítica
El triunfo de la mirada creadora
The triumph of the creating sight

Francisco Egaña Casariego (1994)

       Desde tiempos remotos existen numerosos testimonios sobre la capacidad y la voluntad del ojo y del espíritu para descubrir imágenes fantásticas en nubes, árboles y formaciones pétreas. Ya Lucrecio comenta, en su De rerum natura , las imágenes que aparecen transformándose sin cesar en las nubes fluidas.

     El hecho mismo de leer en una mancha accidental o en una forma amorfa una imagen concreta, experimentado, por lo demás, por cualquier hombre a lo largo de su vida en más de una ocasión, adquirió carta de naturaleza plena en la literatura artística del Renacimiento. Así, L. B. Alberti, en De Statua , atribuyó el origen de la escultura a la inspiración casualmente obtenida en accidentes naturales como troncos y terrones informes, al tiempo que Miguel Ángel consideraba una piedra de mármol no labrada como una fuente excitante para la inspiración y la fantasía. Correspondería, no obstante, a Leonardo la formulación más célebre y trascendente de esta inspiración en formas amorfas para la invención artística. Resulta famosísimo en este sentido el pasaje de su Tratado de Pintura -que encabeza este escrito- en el que aconseja como método para ello observar las manchas que se forma sobre las superficies de los viejos muros que se encuentran en cualquier parte. Botticelli, por su parte, había ido más lejos al afirmar, que ella puedo no solamente ser descubierta casualmente en un muro, sino producida a propósito, bastando para ello con " arrojar sobre un muro una esponja embebida en distintos colores" (2) . En mayor o menor conexión con éstas y otras ideas análogas, lo cierto es que desde la segunda mitad del siglo XV son frecuentes las pinturas que muestran formas naturales como nubes, rocas o árboles con fisonomías humanas o animales.

     Y es precisamente este método de azuzar la imaginación mediante el recurso de la mancha casual, tan querido a los surrealistas de nuestro siglo, el que sustenta y nutre las visiones interiores del pintor Christian Hugo Martín. He asistido al proceso de gestación no de una, sino de varias de las obras integrantes de su " serie fantástica ", y puedo dar fe de la práctica sistemática de estas viejas ideas. En efecto, el proceso creador de Christian Hugo resulta, a grosso modo, el siguiente: sobre la superficie blanca de la tela, restriega de forma ágil y espontánea trapos embadurnados de color -casi siempre rojo o azul- muy diluido, hasta lograr una aglomeración informe de estímulos varios, nada diferente de la mancha del muro leonardesco. De inmediato, estas manchas inarticuladas, pero cargadas de sugerencias no solamente formales sino lumínicas, cromáticas y texturales, actúan como catalizadores para la precipitación de su propia visión interior, acudiendo en tropel múltiple imágenes que pugnan por alcanzar sobre la tela una fisonomía clara y acabada.

     Pero, ¿qué es lo que encuentra Christian Hugo en esas manchas como tema para sus pinturas?, o tal vez resulte más oportuno preguntarse, sabiendo lo que sabemos, ¿qué es lo que busca en ellas? El rápido repaso a los cuadros integrantes de su "serie fantástica", revela que son básicamente dos las visiones interiores que alcanzan concreción formal.

     La primera de ellas cristaliza en una larga serie de cuadros en los que el pintor parece recrearse en una vuelta a los orígenes míticos de la creación. Se trata de imágenes genesíacas del caos primordial, del que van surgiendo, entreveradas, un sinfín de plantas, pájaros, extraños mamíferos prehistóricos y homúnculos. Estas formas inquietantes y extrañamente contorsionadas destacan sus perfiles sobre unas atmósferas diluidas y desenfocadas que pueden insistir tanto en unos azules casi submarinos como en unos rojos solares. Todo un mundo imaginativo que exhala misterio y poesía, y que más que a los principios de la gravitación parece responder a los de la levitación.

     La segunda de estas visiones interiores constituye en realidad una variante de la primera, pero en este caso ya decididamente submarina. Sobre unos fondos azules profundos, como velados por una luz de acuario, flotan seres embrionarios y formas aleteantes de fulgores metálicos y movimientos perezosos. Son, mirándolos bien, peceras, toda una legión de cefalópodos y criaturas calcáreas que el ojo morfológico de Christian Hugo, como el de Leonardo, descubre y sugiere sobre los fondos indecisos y cambiantes de la tela. Un profundo silencio y una tensa emoción habitan estas composiciones ordenadas conforme a ritmos amplios y ondulantes, como en alabeo de una poesía que desplaza a la realidad hasta fraguar un mundo propio lleno de tensiones y de sugerencias, que da buena cuenta de la portentosa imaginación de Christian Hugo. Y todo ello ha sido posible dejando vagar su mirada sobre esas manchas amorfas, consolidando imágenes sobre esos fondos ambiguos hasta detenerse en una posibilidad que nunca es única, sino que deja muchas puertas abiertas a la fantasía del espectador. Pero eso sí, sólo para aquél que sepa ver con los ojos de la imaginación.


(*) " Así - escribe Leonardo - nuestro Botticelli decía (del paisaje) que era vano estudio, pues bastaba con arrojar sobre un muro una esponja embebida en distintos colores, la cual dejaría una mancha donde poder ver un bello paisaje. Bien es cierto que en una mancha pueden verse las distintas composiciones de cosas que en ellas se pretenda buscar: cabezas humanas, diversos animales, batallas, bajíos, mares, nubes, bosques, etc.; ocurre como con las campanas, que en ellas puedes oír lo que te plazca. Pero aunque esas manchas alimenten tu invención, no te enseñan a rematar detalle alguno ".  

     Long since remote ages, there have been numerous evidences of ability and will of eye and soul in order to discover fantastic images on clouds, trees and rocky areas. It is already Lucrecius who commentes on forms that continously change on fluid clouds.

     The very fact of reading on an accidental spot or on an amorphous shape an specific image (what, on the order hand, is more than once experimented by any person throughout his life), reached its own entity on the artistic literature of Renaissance. In this way, L. B. Alberti, in De Statua, attributes the origins of sculpture to inspiration that is obteined by chance on natural accidents such as logs or unevennes in the terrain. Whereas, Miguel Ángel considered an unfigured marble stone as an exciting source of inspiration and fantasy. Neverthelees it is Leonardo who brings the most celebrated and transcendent definition of this kind of inspiration upon amorphous shapes for artistic invention. In fact, it is well known the chapter of his book ldblquote The Art of Paintingrdblquote , in which observing the spots on any old wall´s surface is counseled in order to get inspiration. Moreover, Botticelli had further said on stating that inspiration can be not only accidentaly discovered on the wall, but also suitable produced. It would be enough ldblquote if a sponge, imbibed in different colors, is thrown against the wallrdblquote . In accordance with these and other analogous ideas, as a matter of fact paintings, from the second half of XVth century on, often show natural forms (as clouds, rocks or trees), with human or animal physiognomies.

     And it is this very method (based on inciting imagination by means of chance spots and so beloved by the XXth century surrealists), the one that supports and feeds the inner sights of this painter. I have more than once contemplated the whole process of gestation of several master pieces that constitute his ldblquote Underwater Worldrdblquote collection. I testify to the systematic practice of all of those old ideas. Indeed, Hugo´s creating process is ldblquote grosso modordblquote as follows: he nimbly and spontaneously scrubs rags (that are smeared with very diluited colors, mostly red or blue), on his white canvas. He keeps on scrubbing until he obteins a shapeless agglomeration of different stimulus, something like Leonardo´s spot on the wall. Inmediately, these inarticulate spots, charged of not only formal but also lighting and textural suggestions, act as catalyzers for the precipitacion of his own inner sight. They arrive in a multiple throng; images which fight in order to reach on canvas a clear and completed physiognomy.

     But, what does Hugo find among those spots as topic for his paintings? Or perhaps it would be better if asking: what is he looking on them for?. A quick going over through his paintings in this ldblquote Underwater Worldrdblquote collection reveals that there are basicaly two inner sights which finaly reach a formal concretion.

     First of them crystallizes into a long set of master pieces on which the artist seems to recreate himself on a flash-back to mythical origins of creation. They are images of the primal chaos generation. Coming from them, lots of intermingled plants, birds, strange prehistoric mammals and homunculus appear. These disturbing and queerly gestured shapes (high light) their profiles over unfocused and diluted atmospheres, which can insist on submarine blues as much as on solar reds. A whole imaginative world that exhales mistery and poetry, in closer accordance with basis of levitacion than with gravity law.

     The second of these inner sights constitutes a variant of first one, actually. But in this case, it is completely submarine. Over deep blue backgrounds, as veiled by aquarium lights, embryonic beings and fluttering shapes of metallic resplendence and lazy movements float. They are, looking twice, fish bowls. A whole legion of cephalopodus and calcareous creatures that Hugo´s morphologic eye, as Leonardo´s, discovers and suggests over his hesitant and changing canvas. A deep silence and a tense emotion inhabit these compositions which are sorted out by large and undulating rhythm. It is like a warping of a poetical composition which removes reality into his own forging world, full of strains and suggestions. Everything reports Hugo´s portentous imagination. And all this has been possible just allowing his glance to wander among those amorphous spots, consolidating images over those ambiguous backgrounds. Then he stops in front of a possibility, that is never unique. Lots of doors keep opened to the spectator´s fantasy. But that is true: only to he who knows how to see with the eyes of imagination.

Eolos y diálogos. Óleo/lienzo, 1995. 54x73 cm. Col particular
Eolos y diálogos. Óleo/lienzo, 1996. 195x400 cm. (det.) Col particular
Espacios y diálogos. Óleo/lienzo, 1994. 73x54 cm. Col particular
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